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Nutrición

Mantener una alimentación equilibrada y seis comidas diarias, es la dieta recomendada para las futuras mamás, quienes apenas confirman el embarazo, deben cambiar sus hábitos alimentarios, para asegurar su salud y adecuado desarrollo del bebé.

Los infaltables durante el embarazo, son aquellos alimentos ricos en vitaminas, proteínas, ácido fólico, calcio y hierro, nutrientes esenciales para el periodo de gestación del bebé ¿Dónde encontrarlos? Es más sencillo de lo que piensas, ya que se encuentran en alimentos de consumo diario, como:

  1. Lácteos descremados: Son ricos en proteínas, característica que ayuda a la regeneración de tejidos.
    Consumo diario recomendado: 3-4 porciones (1 envase regular, 1 vaso de 200 cc, 2-3 rebanadas de quesillo).
  2. Carnes rojas y blancas: Las carnes están compuestas por hemoglobina, proteínas plasmáticas, enzimas y vitaminas, convirtiéndose en un alimento completo.
    Consumo diario recomendado: 60 gr (palma de la mano).
  3. Alimentos integrales: Por su alto contenido de fibra, son una buena fuente de energía que se puede consumir en galletas, pan, tallarines o arroz.
    Consumo diario recomendado: Medio a 1 plato – 3/4 taza a 1 taza.
  4. Verduras verdes: En ensaladas o tortillas, las verduras verdes siempre deben estar presentes en la dieta de las futuras mamás por su alto contenido de calcio, siendo las más recomendables el brócoli y repollo.
    Consumo diario recomendado: 4 veces al día, 1 taza en cada comida.
  5. Frutas ricas en vitamina C: Las naranjas y kiwis son las frutas que contienen más vitamina C, la cual durante el embarazo ayuda a la fijación de hierro.
    Consumo recomendado: 2 o 3 veces al día.
  6. Paltas y granos enteros: Estos alimentos son ricos en vitamina B6, la cual ayuda a la descomposición de las proteínas para obtener sus nutrientes. Consumo recomendado: 1 vez al día.
  7. Huevos y legumbres: Por su sabroso sabor y fácil cocción, se recomienda que las embarazadas consuman estos alimentos a diario, ya que son una fuente importante de hierro.
    Consumo recomendado: legumbres 1 plato mediano, 1-2 veces a la semana. El huevo se puede comer como colación entre comidas.
  8. Productos del mar: La ingesta de carnes de pescado o productos del mar, son una alta fuente de ácidos grasos esenciales. Este consumo es importante a partir del segundo trimestre del embarazo para el desarrollo del sistema nervioso central del feto, crecimiento y formación de neuronas del cerebro.
    Consumo recomendado: 1 o 2 veces a la semana.
  9. Ácido fólico: Se debe aumentar su consumo en el embarazo, debido al crecimiento fetoplacentario y la eritropoyesis materna (producción de glóbulos rojos en la médula ósea). Las mujeres que fuman, consumen alcohol o utilizan drogas, tienen más riesgos de padecer carencias nutricionales, por lo tanto deben incluir alimentos ricos en ácido fólico. ¿Dónde lo encuentro? En espárragos, repollitos de Bruselas, coliflor, espinaca, porotos blancos y negros, palta, brócoli, repollo, frutos secos, jugo de naranja o pomelo.

Fuente: Clínica Bupa

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Se sospecha que la dieta es un posible factor de riesgo importante para el CHC, pero solo el consumo excesivo de alcohol y ciertos alimentos contaminados con hongos (p. Ej., Nueces y especias afectadas) se han establecido como tales, según autores del estudio dirigidos por Xuehong Zhang, MD, ScD, Brigham y el Hospital de Mujeres y la Escuela de Medicina de Harvard, Boston.

Así que los investigadores volvieron su atención a otros alimentos

Se centraron en los cereales integrales y la fibra dietética, especialmente la fibra de cereales, porque se han asociado con un menor riesgo de obesidad, diabetes tipo 2 y enfermedad del hígado graso no alcohólico, todos los cuales son “factores predisponentes conocidos para el CHC”.

El equipo realizó un estudio de cohorte entre 125,455 participantes del Estudio de salud de las enfermeras y el Estudio de seguimiento de profesionales de la salud y examinó la ingesta de granos enteros, sus subcomponentes (salvado y germen) y fibra dietética (cereales, frutas y vegetales). ).

Se programó que los participantes del estudio de ambas cohortes completaran cuestionarios de alimentos cada dos años. Los investigadores dividieron los sujetos del estudio en terciles según sus niveles de consumo de los alimentos del estudio.

Después de un seguimiento promedio de 24 años entre los participantes, hubo 141 pacientes identificados con CHC, que es un tipo de cáncer de muy baja incidencia. El equipo informa que el aumento en la ingesta de granos integrales se asoció significativamente con un menor riesgo de CHC (la proporción de riesgo de ingesta de tercil más alta y más baja [HR], 0.63; P = .04 para la tendencia).

Los hallazgos fueron publicados en línea el 21 de febrero de 2019, en JAMA Oncology

También se observó una asociación HCC inversa para el salvado total (HR, 0.70; P = .11 para la tendencia), pero no fue significativa. Además, el aumento en la ingesta de fibra de cereal (HR, 0.68; P = .07 para la tendencia), pero no la fibra de frutas o vegetales, se asoció con un riesgo reducido de CHC (pero tampoco fue significativo).

“Si nuestros hallazgos [son] confirmados, aumentar el consumo de granos integrales o posiblemente de fibra de cereal puede servir como una posible estrategia para la prevención primaria de HCC”, dijo Zhang en un correo electrónico a Medscape Medical News.

Medscape Medical News también le pidió a otro investigador que haya estudiado dieta y cáncer de hígado que evalúe los nuevos resultados. Lemonica Koumbi, PhD, investigadora, Hepatology and Gastroenterology, Imperial College London, Inglaterra, dijo que los resultados mostraron que un mayor consumo de granos enteros y salvado y fibra de cereales se asocia con un menor riesgo de CHC pero no con fibra de frutas o vegetales.

“Es un estudio poderoso con excelentes métodos estadísticos. Sin embargo, las asociaciones que se muestran no son muy sólidas, por lo que diría pruebas prometedoras con potencial”, dijo a Medscape Medical News en un correo electrónico.

Algunos ejemplos de estos alimentos

Nicola McKeown, PhD, epidemióloga nutricional de la Universidad de Tufts, Boston, enumeró algunos ejemplos de alimentos específicos y fáciles de comprar que los investigadores destacaron como posiblemente protectores.

Los granos integrales, dijo McKeown, quien no participó en el estudio, incluyen panes y panecillos integrales, cereales para el desayuno listos para comer, harina de avena cocida y granos cocidos como la quinoa, el arroz integral y el mijo.

La fibra de cereal también incluye cereales para el desayuno listos para comer (pero no cereales altamente procesados ​​que no contienen mucha fibra dietética) y galletas integrales. Y el salvado incluye el salvado de trigo, que es la principal fuente de salvado para la mayoría de los estadounidenses.

“Comer más granos integrales como parte de una dieta saludable en general es una buena estrategia dietética para la salud general, pero se necesita más investigación para determinar cómo los granos integrales y la fibra de cereales afectan el cáncer de hígado”, dijo McKeown en un correo electrónico a Medscape Medical News. .

El nuevo estudio es observacional

También señaló que el nuevo estudio es observacional, “por lo que no se puede inferir la causalidad”. Otros factores de estilo de vida se explicaron en los modelos estadísticos, dijo McKeown, pero es posible una confusión residual.

Koumbi ofreció una opinión sobre los posibles mecanismos que operan en los nuevos hallazgos. “Las dietas con un alto contenido de fibra, como los cereales, pueden disminuir la aparición de CHC al disminuir el apetito subjetivo y la ingesta de energía y, por lo tanto, contribuir al mantenimiento del peso corporal normal, además de ejercer efectos beneficiosos sobre el nivel de glucosa posprandial y el perfil de lípidos en la sangre”, dijo. .

Los autores del estudio esperan que se realicen más investigaciones en esta área. Ellos creen que “los estudios futuros que consideren cuidadosamente las infecciones por el virus de la hepatitis B y C son necesarios para replicar nuestros hallazgos” y deben examinar estas asociaciones “en otras poblaciones raciales / étnicas o de alto riesgo”.

Zhang comentó que los participantes en las dos cohortes utilizadas en el nuevo estudio eran en su mayoría blancos y que las infecciones de hepatitis son los factores de riesgo más importantes para el CHC, pero no eran prevalentes en la población del estudio actual.

“Aunque nuestros resultados no mostraron evidencia de la asociación diferencial de granos enteros y fibra dietética con el riesgo de HCC viral o no viral, o con el riesgo de CHC cirrótico y no cirrótico, [la] pequeña cantidad de casos de CHC “Puede limitar el poder estadístico y restringir otros análisis de interacción en estas poblaciones de alto riesgo”, explicó.

El estudio fue financiado por los Institutos Nacionales de Salud subvenciones. Un autor del estudio informa los lazos financieros con Bayer, Janssen y Pfizer.

Autor: Nick Mulcahy

Fuente: Salud Ahora

Ver una serie en un día de lluvia, compartiendo una comida o picoteo, es un panorama al que pocos son capaces de negarse en invierno. En esta estación las tazas de chocolate caliente, sopaipillas y masas suelen aumentar en nuestra mesa, fenómeno que se asocia al cambio del funcionamiento de hormonas que regulan el apetito, como los glucocorticoides, pidiendo nuestro cuerpo más alimentos para no sufrir hipotermia.

“La falta de luz hace que el organismo aumente la segregación de algunas hormonas como la melatonina que es la que se encarga de hacer que disminuya la temperatura del cuerpo y que éste sienta la necesidad de ingerir mayores cantidades de alimento para aumentar el aporte calórico y así subir nuestra temperatura corporal”, comenta Carolina Espejo, nutricionista de IntegraMédica.

Porque aunque sea invierno no podemos descuidar nuestra alimentación, la especialista recomienda para los días de frío potenciar las comidas caseras por la calidad de nutrientes que entregan, capaces de fortalecer el organismo, sin provocar un déficit nutricional: “es importante comprender que existen diferentes tipos de nutrientes que componen el alimento que voy a consumir, ya que no es lo mismo consumir un pastel que un plato de estofado, la calidad de nutrientes es totalmente deficiente en el pastel”, advierte la nutricionista.

Para que nuestra alimentación siga siendo equilibrada y variada en invierno, existen muchas alternativas de guisados, sopas y tortillas que nos ayudan a generar calor, energía y consumir nutrientes que fortalecen el sistema inmunológico. Sobre el consumo de verduras en invierno, la nutricionista comenta: “consumir ensaladas en estas fechas nos da mucho más frio, pero si esas mismas verduras las guisamos o salteamos, son una excelente alternativa culinaria, combinándolas con especias y hierbas aromáticas, creando un abanico de alternativas saludables y deliciosas”.

  • Legumbres guisadas: son las preferidas del invierno por su alto aporte de carbohidratos complejos, fibra, hierro y proteínas. Los porotos, garbanzos y lentejas también ofrecen la opción de prepararlas como hamburguesas, pasteles, sopas y caldos.
  • Sopas: excelente fuente de vitaminas y minerales, las sopas y cremas de verduras naturales son una buena opción para la hora de almuerzo o cena. Entre las más populares destacan las de zapallo, tomate, verduras surtidas, champiñón, consomé de ave o vacuno. Para prepararlas de manera saludable, se recomienda usar leche descremada o crema light, potenciando su sabor con especias y hierbas aromáticas.
  • Estofados: son la mezcla perfecta de verduras y proteína, por su sabor y textura los estofados son un clásico de invierno y de la comida típica chilena como el charquicán, estofado de carne o pollo, carbonada y tomaticán.  
  • Tortillas de verduras: se caracterizan por mezclar proteínas y verduras en una exquisita preparación fácil de transportar, siendo una buena alternativa para llevar almuerzo a la oficina o colegio. Las más clásicas son de acelga, espinaca, zanahorias o papas, las cuales se deben mezclar con 3 o 6 huevos dependiendo del volumen que cada persona quiera lograr.
  • Verduras calientes: Existen muchas alternativas para preparar platos que incluyan verduras como el chapsui, ratatouille, asadas o salteadas, acompañamiento muy sabroso para acompañar otras preparaciones.

 ¡Necesito algo dulce!

En invierno más de una vez al día sentimos la necesidad de “algo dulce”, para no consumir productos que solo aportan azúcar y grasas, existen alternativas para endulzar tus preparaciones favoritas como la miel o stevia, productos que contienen vitaminas, minerales y fitonutrientes.

“Todo tipo de postre tiene una opción saludable, sin embargo si te encanta los postres de leche o masas, existen alternativas deliciosas. Es importante siempre recordar que lo importante es utilizar alimentos bajos en grasas, como lácteos descremados, reemplazar azúcar por endulzante y harinas blancas por integral”, indica la nutricionista de IntegraMédica.

Fuente: Bupa

Si la adolescencia es -de por sí- una etapa compleja, mucho más difícil puede llegar a ser si nos toca afrontar un desorden alimenticio. Por eso, es importante conocer de qué se tratan estos trastornos y estar atentos en caso de observar conductas anormales, para actuar de manera oportuna. Carolina Alston, psicóloga de IntegraMédica, nos cuenta todo en esta nota.

«Los trastornos de la conducta alimentaria se manifiestan, por lo general, en la adolescencia y los primeros años de la adultez. Los más comunes son la anorexia y la bulimia, pero también existen otros que pueden ir en función de restringir, evitar o purgar alimentos. La purgación viene como consecuencia de haber consumido algún alimento «restringido» por el paciente y aparece como conducta compensatoria. En todos los casos existe una relación poco saludable con la comida, donde no hay control ni manejo saludable de las conductas alimentarias, con presencia de pensamientos rumiantes negativos respecto del cuerpo y los alimentos», explica Carolina.

Señales y tratamientos
De acuerdo a lo que explica la experta, es importante detectar estos desórdenes a tiempo y para eso es necesario saber qué señales tienen asociados. «Habitualmente, se puede observar una evitación de situaciones que involucren comida; por ejemplo, separar la comida del plato al comer en la mesa con el resto de la familia; que recurrentemente él o la adolescente diga que ya comió; u observar conductas detox repetidas con el objetivo de bajar de peso. También pueden hacer observaciones negativas respecto de su talla, acompañado de una autovaloración negativa respecto del cuerpo», detalla.

En general, este tipo de trastornos se abordan con tratamientos multidisciplinarios, incluyendo el apoyo de psicólogos, psiquiatras, nutriólogos y cardiólogos si es necesario. «Adicionalmente, se requiere de apoyo constante de la familia, ya que la ayuda y contención de ellos es clave en este proceso de recuperación», cuenta Carolina Alston.

El valor de la comunicación
La psicóloga sostiene también que, desde el punto de vista de la prevención, es muy importante resguardar una buena comunicación con los adolescentes y preventivamente, psicoeducar desde la niñez. «En primer lugar, enseñar desde el hogar el valor que tiene el amor propio, el respeto por el cuerpo y su diversidad, comprendiendo que todos los cuerpos son diferentes; celebrar esas diferencias es necesario. Por ello, es necesario concientizar y visibilizar desde lo social la importancia que tiene el honrar el cuerpo mediante una relación sana y respetuosa con la alimentación», asegura la especialista.

Asimismo, agrega que los padres tienen la importante tarea de guiar lo que ven sus hijos e hijas en redes sociales, porque muchas veces admiran cuerpos «perfectos», irreales y retocados, lo cual hace que basen sus ideales corporales en torno a metas inalcanzables. «Es muy importante explicarles esto desde pequeños, derrumbando paradigmas en base a estereotipos ilusorios; la comunicación es clave», plantea la psicóloga de IntegraMédica.

Fuente: Muy Saludable

Generalmente, escuchamos sobre las famosas grasas «trans» o vemos sellos negros en los alimentos que nos alertan sobre su alto contenido de grasas saturadas. Pero, ¿sabemos lo suficiente sobre las grasas «buenas» para nuestro organismo? El doctor Andrés Sánchez, médico en nutrición de Clínica Bupa Santiago, nos explica en esta nota sobre los diferentes tipos de grasas y cómo identificarlas.

«Las grasas comestibles incluyen todos los lípidos que se encuentran en los tejidos animales y vegetales y que se ingieren como alimento. Están las popularmente llamadas grasas malas, presentes en comida chatarra o alimentos origen animal, y las grasas buenas o saludables, del grupo de ácidos grasos monoinsaturados y poliinsaturados, que al ser consumidas regularmente permiten cubrir los requerimientos de grasas esenciales y ayudan a prevenir enfermedades crónicas», detalla.

Según explica el especialista, las grasas saturadas, provocan efectos dañinos en la concentración de colesterol de nuestras lipoproteínas, incrementando los niveles de colesterol malo (LDL-c), depositandose en las paredes de las arterias generando placas de ateromas y en el largo plazo eventos cardiovasculares como el infarto miocárdico o los accidentes cerebrovasculares. «Por estas razones, el consumo total de ácidos grasos saturados no debería superar el 7% de la ingesta total de calorías diarias», cuenta.

Según la Encuesta Nacional de Consumo Alimentario (ENCA), en Chile solo el 5,3% de las personas lleva a cabo una alimentación saludable y hay un bajo cumplimiento de las recomendaciones de las guías alimentarias, sobre todo por bajo consumo de frutas, verduras, lácteos y pescados. «En cuanto al consumo de grasas, existe un alto consumo de carnes rojas y carnes procesadas, en comparación con un muy bajo consumo de pescado y mariscos. Para los lácteos, solo se consume la mitad de lo recomendado.

«Esto se traduce en que el mayor consumo de grasas en Chile proviene de grasas malas saturadas (52,8%), seguido después por las grasas buenas: poliinsaturadas Omega 3 y Omega 6 (25,4%) y finalmente las monoinsaturadas Omega 9 (21,8%). Estos datos confirman la mala alimentación en Chile, lo cual se refleja en los altos índices de sobrepeso y obesidad que afectan a la población», agrega Sánchez.

Grasas saludables
Existen dos ácidos grasos que los seres humanos no podemos sintetizar, llamados ácidos grasos esenciales y por lo tanto debemos ingerirlos como parte de nuestra alimentación para mantener un buen estado de salud: el ácido linoleico (Omega-6) y el ácido alfa linolénico (Omega-3). «Adicionalmente sabemos que el consumo regular de ácidos grasos monoinsaturados Omega-9 como la oliva y poliinsaturados Omega-3 EPA y DHA, provenientes del aceite de pescado, ayudan a regular la presión arterial, el ritmo cardíaco, los niveles de triglicéridos, inflamación, y la función endotelial y cardíaca».

Pero, ¿dónde los encontramos?

● Omega-9: el principal es el ácido oleico dado que es el más común en la dieta y está presente en fuentes animales y vegetales como el aceite de oliva, canola, maravilla y la palta. Consumo recomendado es de 1-2 cucharadas diarias.

● Omega-6: aquí encontramos el ácido linoleico que es una de las grasas esenciales y que debemos obtener de nuestra alimentación. Se encuentran presentes en la mayoría de aceites vegetales. El consumo recomendado es 12 g/día en la mujer y 17 g/día en el hombre, esto equivale entre 1-2 cucharadas diarias.

● Omega-3: se encuentra presente en aceites vegetales como la canola y soya, y semillas de linaza y chia. La ingesta recomendada es de 1,1g/día en la mujer y 1,6g/día en el hombre lo que equivale a consumir ½ cucharadita diaria.

● Ácidos grasos EPA y DHA: aunque nuestro cuerpo puede sintetizarlos, lo hacemos de manera muy insuficiente, por lo tanto se recomienda consumir Omega-3 EPA y DHA a partir de pescados grasos como el salmón, jurel, caballa, arenque y anchoa. También está presente en el aceite de algas. El consumo diario de ácidos grasos Omega-3 EPA y DHA debería ser de 250 mg diario o al menos consumir pescados grasos 2-3 veces por semana.

«En general, todos debemos preferir el consumo de las grasas buenas sobre las malas, pero especialmente deben consumirlas aquellas personas con alto riesgo cardiovascular como por ejemplo diabéticos, hipertensos, pacientes con antecedentes de arritmias cardíacas o infarto del miocardio, pacientes con dislipidemias y altos niveles de triglicéridos e incluso vegetarianos», agrega el médico en nutrición.

Fuente: Muy Saludable – Bupa

La microbiota es el conjunto de bacterias que colonizan la piel, el aparato digestivo, incluida la boca, y el aparato genital. Estas bacterias colonizan nuestro organismo desde el vientre materno, pero fundamentalmente desde el momento del nacimiento, especialmente si éste por vía vaginal. 

La microbiota se va desarrollando a medida que avanza la vida, de forma que su composición es diferente en la infancia y adolescencia que en la vida adulta. 

La relación de la microbiota y el organismo es simbiótica: mientras que las bacterias realizan una función protectora frente a enfermedades y agentes patógenos y de ayuda en la metabolización de los alimentos ingeridos, el organismo les ofrece un lugar donde vivir. La microbiota está compuesta de 100 billones de bacterias solo en el aparato digestivo. De hecho, la microbiota ya es considerada por la ciencia como un órgano más del cuerpo, aunque en este caso adquirido. 

Funciones de la microbiota

  • Protección de bacterias patógenas que pueden provocar enfermedades: la microbiota es una barrera que protege al organismo, entre otras cosas, de: microorganismos patógenos, sustancias carcinógenas, metales tóxicos, químicos nocivos presentes en el ambiente y partículas de polvo y suciedad. 
  • Mantenimiento de sistema inmune: hay estudios que sugieren que hasta el 70% del sistema inmunológico depende de la microbiota. Favorece que el sistema de defensa funcione adecuadamente. 
  • Regulación del metabolismo y balance energético.
  • Digestión de alimentos: la microbiota permite digerir algunos componentes de los alimentos que el organismo no puede digerir y metabolizar por sí mismo. Por ejemplo, alimentos que generan ácidos grasos de cadena corta insaturados, que son potentes antioxidantes y ayudan a equilibrar los niveles de colesterol y triglicéridos. 
  • Producción de vitaminas: algunas fundamentales para el mantenimiento de la salud, como son la vitamina K y la B12. 
  • Regular la secreción de neurotransmisores intestinales, insulina y péptidos fundamentales para procesos vitales

¿Qué puede alterar la microbiota y consecuencias?


Cuando se produce una alteración de la microbiota y existe un desequilibrio entre las distintas cepas bacterianas, el organismo se ve afectado. En la actualidad se sabe que existe un mayor riesgo de que se produzcan infecciones y se desarrollen enfermedades autoinmunes, obesidad, diabetes, algunos cánceres digestivos, fibromialgia, Parkinson, etc. Sin embargo, en la mayoría de los casos, la alteración de la microbiota (disbiosis) suele generar todo tipo de molestias intestinales, dolores de cabeza y pérdida de energía. 

La alteración de la microbiota se puede producir por diferentes factores: mala alimentación, sedentarismo, estrés, contaminación ambiental, exceso y mal uso de antibióticos, etc. Sin embargo, estos factores se pueden contrarrestar con una alimentación sana y equilibrada, realización de ejercicio de manera regular, una adecuada higiene del sueño, evitando la auto y sobremedicación y realizando actividades que permitan minimizar los efectos del estrés. 

Dr. Domingo Carrera Morán, médico especialista en nutrición del Centro Médico-Quirúrgico de Enfermedades Digestivas

Fuente: CMED

En Chile, casi un 75% de la población presenta algún grado de sobrepeso u obesidad, por lo que el hígado graso es una enfermedad más frecuente de lo que se piensa. En esta nota, el doctor Cristián Cerda, gastroenterólogo de Clínica Bupa Santiago, contó por qué se produce y qué se puede hacer al respecto.

Se trata de una enfermedad bastante silenciosa, que se puede presentar a cualquier edad y que está comúnmente relacionada a pacientes con sobrepeso, diabetes y altos niveles de colesterol. Y es que el hígado graso es una patología mucho más frecuente de lo que creemos.

«Un dato en base a ecotomografias de abdomen arrojó que alrededor de un 20% de la población en Chile tiene este diagnóstico, pero probablemente la cifra real se acerque a un 30%. En el caso del grupo con obesidad y diabetes, este porcentaje es de entre un 70 a un 90% de los afectados, especialmente si hay diabetes junto con obesidad. Hoy en día, podemos decir que el hígado graso se está posicionando en nuestro país como una de las causas más importantes de cirrosis y necesidad de trasplante hepático», explica el doctor Cristián Cerda, gastroenterólogo de Clínica Bupa Santiago.

Pero, ¿de qué se trata, específicamente? Básicamente, el hígado graso se refiere a un grupo de alteraciones relacionadas con el depósito de grasa en las células del hígado. «Existen diversos factores que lo pueden producir, como el consumo desproporcionado de azúcares no refinados, otros carbohidratos como derivados de harina, el consumo de grasas saturadas y el consumo elevado de alcohol. A esto se debe agregar el sedentarismo y la insulinoresistencia como factores de riesgo. Además, hay otras condiciones médicas o patologías asociadas al hígado graso, como el síndrome de ovario poliquístico o la apnea del sueño», agrega el especialista.

En la gran mayoría de los pacientes este cuadro es asintomático y solo se diagnostica como hallazgo en una ecotomografía abdominal o por alteración en exámenes de sangre (perfil hepático) que se efectúan generalmente por otra razón clínica. «Lamentablemente, cuando aparecen síntomas relacionados con hígado graso, estos pueden deberse al desarrollo de complicaciones de la enfermedad. Entre un 10 a un 20% de ellos desarrollan una forma «inflamatoria» más agresiva, llamada Esteatohepatitis, la cual de un modo silencioso, en el transcurso de algunos años, puede ocasionar cirrosis hepática (hasta un 5% de estos pacientes)», explica el doctor Cerda.

Dieta y ejercicio

De acuerdo a los estudios que se han realizado respecto de esta enfermedad, solo el manejo en base a dieta y ejercicio ha demostrado ser eficaz en mejorar el hígado graso. «Hasta la fecha no existe tratamiento con fármacos que logren mejorar esta condición. Otro error común en los pacientes es pensar que el tratamiento dietético consiste solamente en reducir el consumo de carnes. El consumo excesivo de carbohidratos refinados y grasas saturadas (carnes rojas, cecinas y embutidos, alimentos fritos, etc) son los alimentos que deben evitarse, mientras que las carnes bajas en grasas (que aportan proteínas) y grasas no saturadas están permitidas», agrega.

Por esto, el control regular con un profesional nutricionista es altamente recomendado por los especialistas. De hecho, se estableció que el objetivo debe ser una reducción de al menos un 10% del peso corporal para conseguir cambios favorables, aún si los pacientes ya estaban presentando etapas iniciales de daño hepático al momento del diagnóstico. El ejercicio también presenta beneficios, ya que el músculo presenta una función importante en mejorar la insulinoresistencia y disminuir el contenido de grasa en el hígado.

El pasado 11 de Octubre, fue el Día Mundial Contra la Obesidad y en BHI, queremos aprovechar de contarte sobre los cálculos renales, que están muy asociado a la alimentación.

Los molestos y comunes cálculos renales son estructuras de diversos tamaños y formas que de no ser tratados a tiempo, pueden ocasionar una obstrucción de las vías urinarias, entre otras complicaciones.

El Dr. Pablo Andrés Riera Arévalo, Coordinador de Urología de Clínica Bupa Reñaca, nos cuenta el motivo por el cual se empiezan a formar piedras en el riñón y cómo la alimentación es un factor clave para prevenir su aparición

¿Por qué aparecen los cálculos renales?
El Dr. Riera Arévalo cuenta que los cálculos renales se forman cuando las sustancias que generan cristales, como el calcio, el oxalato y el ácido úrico están en concentraciones elevadas.

Algunos de los factores que influyen en su aparición son los factores genéticos, los factores ambientales y los malos hábitos alimentarios como no beber suficiente agua y consumir en exceso alimentos de proteína animal, sodio y azúcar, entre otros.

¿Cuáles son los principales síntomas de los cálculos renales?
Según el urólogo, el cólico renal es el síntoma que más frecuentemente se presenta. En el cálculo renal pequeño es posible que los síntomas sean muy leves, sin embargo, no significa que la expulsión no genere un leve dolor o ardor con orina concentrada o de color rojizo, explica el profesional.

En caso de que la piedra en los riñones sea más grande, se pueden presentar síntomas cómo dolor al orinar, sangre en orina, orina de color rosado, rojo o marrón, cólicos renales, náuseas, vómitos e incluso fiebre en caso de infección urinaria.

¿Cómo puedo prevenir los cálculos renales?
No existe una fórmula única para evitar la aparición de cálculos en los riñones, ya que cada persona forma cálculos con distintas composiciones, sin embargo, el Dr. Riera recomienda:

  • Preferir una dieta equilibrada y baja en sodio: evitar alimentos como el maní, comida procesada, soya.
  • Aumentar la ingesta de líquido: es recomendable beber entre 2 a 3 litros de agua al día.
  • Reducir la cantidad de proteína animal: especialmente de carnes rojas y embutidos.
  • Evitar el consumo de suplementos alimenticios: sobre todo aquellos concentrados de proteína utilizados para ganar masa muscular.

Relación entre la obesidad y los cálculos renales

El Dr. Pablo Riera Arévalo afirma que hay estudios que demuestran que los pacientes con sobrepeso u obesidad presentan un riesgo más elevado de litiasis renal. Esto está asociado con la resistencia a la insulina y con trastornos metabólicos que pueden conducir a la formación de cálculos renales que contienen calcio.

Fuente: Muy Saludable

En esta ocasión queremos compartirles un interesante reportaje respecto al IMC o «Indice de Masa Corporal«. ¿Qué es? ¿Cómo se calcula? ¿Cuál es un indice óptimo?

IMC: El Indice de Masa Corporal es una fórmula matemática que pone en relación el peso y la altura de una persona, y que se utiliza para saber si ésta se encuentra en unos niveles de peso saludables según sus características personales. Para ello, el resultado obtenido se puede comparar con unas tablas creadas por la Organización Mundial de la Salud que establecen, para los distintos niveles de IMC, si la persona se encuentra por encima o por debajo del nivel deseado, o en un nivel apropiado.

¿Como calcular el Indice Masa Corporal?

Para calcular el IMC de una persona únicamente se debe dividir el peso de ésta -expresado en kilogramos-, por su altura elevada al cuadrado -expresada en metros-.
Por ejemplo, una persona con una altura de 1,80 metros y un peso de 80 kg, tendrá un IMC de 80 / 1,802 = 24,69. Existen algunos ajustes y mejoras a la fórmula original del IMC, que pretenden tener en cuenta otros factores importantes a la hora de decidir si el peso de una persona puede considerarse saludable.
La fórmula es IMC=P/E^2.

Influencia de la Edad en el IMC

El Índice de Masa Corporal tienen en cuenta únicamente peso y altura para determinar cuáles son los valores idóneos para una persona. Pero, lógicamente, hay otros factores que habría que considerar para saber si una persona tiene un peso adecuado. Una de las variables que no tiene en cuenta esta fórmula es la edad.

Por ejemplo, se suele decir que para que la fórmula del IMC sea válida para menores de edad hay que introducir lo que se llama un factor de corrección. Esto es una modificación matemática que se realiza para que los resultados se adapten al hecho de que la persona es menor de edad y tiene unas condiciones físicas diferentes.

Con el paso de los años, el nivel del índice que podríamos considerar como «normal» va cambiando. Se considera que mientras más años vamos cumpliendo, el nivel debe ir siendo superior. No es sano, por tanto, que con 60 años queramos seguir manteniendo los niveles que teníamos con 20 o 30.

Como siempre, hay que entender los resultados que se puedan obtener con nuestra calculadora como una mera referencia, una pequeña ayuda para empezar a cuidarse. Una vez que se haya tomado la determinación de mejorar nuestro peso y, con ello, nuestra salud, es interesante que nos pongamos en manos de profesionales médicos que nos guíen en el proceso.

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El ayuno intermitente es uno de los métodos más utilizados al momento de adelgazar. No constituye una dieta en sí sino una forma de planificar nuestras ingestas.

Si quieres usar el ayuno intermitente para perder peso, te contamos sus beneficios y cómo comenzar a hacerlo en la siguiente nota

¿QUÉ ES EL AYUNO INTERMITENTE?

El ayuno intermitente consiste en alternar períodos de ingestas con períodos de ayuno. Se establecen intervalos de tiempo más específicos para las comidas y entre 12 y 16 horas de ayuno diario.
Se trata de una opción que puede no ser útil para todos, pero como no limita alimentos específicos resulta muy atractiva para adelgazar.

A su vez, este conlleva beneficios para el organismo. El ayuno intermitente ha demostrado ser de utilidad para reducir la presión arterial y mejorar la sensibilidad a la insulina, aunque no se pierda peso.

Todo esto nos lleva a pensar que este recurso puede beneficiar la salud por su efecto en nuestro metabolismo.

Como si fuera poco, investigaciones recientes comprobaron los beneficios del ayuno intermitente para mejorar el perfil de lípidos en sangre. Siendo de ayuda para controlar dislipidemia.

Estudios previos también señalaban que el ayuno puede reducir el riesgo de sufrir diferentes enfermedades metabólicas y beneficiar la salud cardiovascular.

Por otro lado, un estudio constató que el ayuno diurno (desde el amanecer hasta la tarde-noche), por más de 14 horas durante 30 días mejoró el funcionamiento del sistema inmunitario y contribuyó a la prevención de cáncer, trastornos cognitivos y enfermedades neuro psiquiátricas.

Así puedes iniciarte en tu práctica

Si quieres adelgazar de la mano del ayuno intermitente y además, beneficiar tu salud con un protocolo de alimentación, lo primero que recomendamos es informarnos al respecto, conociendo cada detalle sobre los diferentes tipos de ayuno intermitente. De esta manera, escogeremos la opción que más se adapte a nuestra rutina alimentaria actual y otros hábitos de vida.

Por ejemplo, si entrenamos cada mañana cerca del mediodía y solemos trabajar hasta la tarde, quizá nos sirva un protocolo que no tenga 16 horas de ayuno sino menos, de manera de consumir alimentos en momentos clave como después de entrenar o de trabajar.

Es necesario ir postergando el desayuno y adelantando la cena gradualmente para ir acomodándonos a un protocolo de ayuno intermitente personal. Por ende, la planificación de horarios de ingesta y ayuno, junto a nuestras actividades cotidianas resulta clave para que la práctica del ayuno sea exitosa.

Por último, vale la pena tener en cuenta antes de comenzar a ayunar que en los periodos de ingesta no cualquier alimento es válido. Es decir, resulta importante cuidar la calidad de lo que comemos para que resulte un efectivo recurso para adelgazar.

El ayuno intermitente puede ser muy beneficioso para nuestro cuerpo, ayudando a adelgazar y mucho más. Sin embargo, requiere de una práctica correcta y su mantenimiento en el tiempo, de lo contrario, puede no conllevar efectos positivos como los antes mencionados.

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